viernes, 25 de noviembre de 2005

Taller III/Prensa/ Periodismo PUC*

¡PAREN EL MUNDO, NOS QUEREMOS BAJAR!

El Movimiento Slow, surgido hace 20 años en Italia, poco a poco ha conquistado al mundo con el afán de acabar con el ritmo frenético de vida que llevamos. Slow Food es la idea más conocida: disfrutar la comida tradicional rechazando todo lo que a comida rápida se refiera. Para muchos, un ideal de vida; para otros, filosofía para gente adinerada. Lo cierto es que el caracol que los simboliza, comienza a avanzar. Lento, pero seguro.

Por Paulina Orellana Ríos


¿La culpa es del reloj o el ojo que lo mira constantemente? El tiempo parece ser la sombra – y enemigo- de todas las actividades que realizamos y nos alteramos por la demora, en cualquier lugar donde estemos. La adicción a la velocidad ha llegado a colonizar todo nuestro estilo de vida. Lo rápido y urgente surge como la solución y vía de escape para todos quienes desean acabar sus rutinas de trabajo y llegar pronto a sus casas. Así, el ejemplo más gráfico es la comida rápida que se instaló fácilmente como la opción de saciar el apetito en menos de diez minutos. Una solución tan rápida que ni siquiera permite analizar su precaria calidad. Hasta hace algunos años.

Corría el año 1986 en Italia, cuando un grupo se apostó en las calles en protesta por la apertura de un restaurante de comida chatarra cerca de la Piazza di Spagna, en Roma. Entre ellos surgió el objetivo de defender y rescatar la comida tradicional, idea que no demoró en entusiasmar y a conquistar adherentes en el tiempo y que se transformó en el Slow Movement, que actualmente cuenta con más de 80 mil seguidores repartidos en 104 países de todo el mundo.

Carlo Petrini, periodista y sociólogo italiano es el fundador del concepto “slow food” y se ha dedicado el último tiempo a difundir todo tipo de restaurantes que respeten los tiempos de cocción, los ingredientes tradicionales y que privilegien el concepto “home made” o “hecho en casa” en sus menús. En 1996, “Slow Food Internacional” inició un ambicioso proyecto llamado “El Arca del Gusto”, donde se catalogaron productos tradicionales típicos de Italia y que era urgente rescatar para evitar su extinción. Poco a poco la idea fue generando asociaciones en todo ese país, que incluso llegaron a expandirse por todo Europa el año 2000. Actualmente el concepto se ha difundido en Japón, Estados Unidos, México, India y por supuesto Chile, donde el caracol, símbolo de la organización, también comienza a ser conocido.

Desde el año 2003, el chef y sommelier Francisco Klimscha se convirtió en el representante oficial de este movimiento en nuestro país. Desde sus inicios en la entidad ha trabajado con distintos microempresarios, para rescatar lo que la fundación Slow Food Internacional llama Baluartes o productos tradicionales de cada país, que forman parte del proyecto “El Arca del Gusto”. En el caso de Chile, el objetivo es promover productos artesanales de todo el país, estabilizar técnicas y estándares de producción, garantizar la futura viabilidad de alimentos tradicionales de nuestras tierras, y por qué no, llevarlos a las cocinas de los mejores restaurantes. Así gracias a su trabajo, han logrado obtener, entre otros productos baluartes, los huevos azules de la Araucanía, las ostras de borde negro de Calbuco y las frutillas blancas de Purén.

“Son en total 15 productores de frutillas blancas que los apoyamos a través de asesorías técnicas con la municipalidad de Purén y el Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP). La cantidad cultivada alcanza a 10 hectáreas y la fecha de cosecha es desde el 1º de diciembre hasta el 10 de enero. Este producto se vende con precios de $3.000 y $4.000 por kilos”, señala el técnico agropecuario Roberto Giacomozzi, quien está a cargo de la producción de este baluarte, en la que se garantiza la no utilización de químicos o tratamiento genético inducidos en el producto.

Slow Food Chile actualmente tiene cerca de 100 socios y entre ellos no sólo hay personas relacionadas con el rubro gastronómico, sino de todas las áreas. Médicos, periodistas, arquitectos y abogados, forman parte de esta gran comunidad de socios que a través de un sistema de cuotas, pueden disfrutar del beneficio de conocer más sobre estos productos y de paso de esta nueva forma de disfrutar la comida. Gracias al aporte financiero de ellos, la organización ha podido desarrollarse en distintos proyectos y recientemente un grupo de trabajadores asociados, pudo viajar a Génova a la segunda versión del Slow Fish o la Feria de Pesca Sustentable. En ella participaron dos baluartes provenientes del país: las otras de Calbuco y los recursos marinos de la isla Robinson Crusoe, además de las algas de Paredones, un nuevo producto que se ha unido a la organización chilena. En la actividad los pescadores y artesanos pudieron compartir con sus pares del mundo, conocimientos para la extracción de los recursos marinos de forma ecológica y sustentable.

“Venimos llegando de allá y nos fue muy bien, pudieron compartir y mostrar todos sus productos, representando muy bien nuestro país”, cuenta Klimscha. Para él, el hecho de que aún no se conozca mucho sobre el Movimiento Slow en Chile es en parte porque sólo llevan dos años de funcionamiento en el país, pero aclara que están trabajando en una red de distribución más dinámica, para difundir los cinco baluartes que maravillan a los paladares expertos del mundo.
En este sentido, el periodista y crítico gastronómico, Daniel Greve rescata la virtud del movimiento para acercar la gastronomía tradicional a nuestras mesas, pero cree que el cambio será progresivo y para quienes realmente se interesen en el tema.

“El slow food propone una forma de vida, una manera de entender la comida y sus productos regionales, por lo que no existe la necesidad de masificarlo. Por un lado, no se justifica; por el otro, no existe una masa crítica razonable, porque se trata de productos escasos y, en algunos casos, únicos en el mundo. Por esto mismo su difusión tiene que ser no agresiva, para esos pocos que se conmuevan. Lento, como el caracol que los representa”.
El imperio de los “fast food” o comida rápida, que para muchos es catalogada como práctica y de buen sabor, ha conquistado las rutinas de muchas personas por la publicidad y el marketing, pero también en gran medida, esto ha ocurrido por una cuestión de hábito en las personas, con lo que concuerda Greve.

“Nuestra sociedad tiende a estandarizar sus hábitos, y la gente cae en esa inercia. Las grandes marcas se comen a las chicas, y ya se entiende que los niños comen papas fritas con salchichas y una Coca-Cola. Anda a ofrecerle a un niño un solomillo con cous-cous ¡Te lo tira por la cabeza, porque el sistema le mostró, desde niño, que su menú era otro! (…) Poca gente se cuestiona el origen de los alimentos que ingiere, si son orgánicos o no, o si forman parte de una agricultura sustentable. Entonces, convengamos que es una cosa de hábitos, nada más. Hay que acostumbrarse a comer mejor. Y tener conciencia de que somos lo que comemos”(...)

*Elaboración del reportaje: una semana. Evaluado por Luis Álvarez.
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jueves, 5 de mayo de 2005

Taller II/ Prensa/ Periodismo PUC *

Se estrenó ayer en el Cine Hoyts de La Reina

DOCUMENTAL “PERSPECPLEJIA” REABRE EL DEBATE SOBRE LA DISCRIMINACIÓN A DISCAPACITADOS EN CHILE

“PersPecPlejia”, es un juego de palabras pero también el nombre del documental que refleja el cambio en la perspectiva y en la perplejidad en que quedó David Albala, autor del primer registro audiovisual realizado de este tema por un minusválido, lo cual es inédito en el país. Su idea es evidenciar la realidad que viven más de 2 millones de chilenos en su condición y de paso mostrar lo hostil que puede llegar a ser recorrer una ciudad en silla de ruedas en Chile.

Por Paulina Orellana Ríos


“Siente lo que es estar en la silla del director” es la frase que se lee en el afiche promocional del documental “PersPecPlejia”, que se estrenó ayer en el Cine Hoyts de La Reina. Nada tendría de especial si no supiéramos que el director es David Albala y que es un discapacitado en silla de ruedas que deambula por la ciudad en esta situación, hace dos años y medio.

El periodista y realizador del documental, forma parte de las cifras que reflejó el “Primer Estudio de la Discapacidad en Chile” publicado este año por el Fonadis y el INE, que evidenció la existencia de 2 millones, 68 mil, 72 personas con discapacidad en Chile, lo que se traduce en que por lo menos 1 de cada 3 hogares tiene algún miembro con alguna discapacidad. Sin embargo, desplazarse como discapacitado en otro país no sería tan difícil como en Chile, pues uno de los derechos básicos de un ciudadano como lo es el recorrer la ciudad, ellos no lo pueden realizar solos: los obstáculos en el camino los obligan a depender de la ayuda de otros. Esto ocurre, a pesar de que el 31 de diciembre de 2003 venció el plazo para reestructurar aquellos edificios – públicos y privados- que no tuvieran acceso para minusválidos, la cantidad de edificaciones que han cumplido son muy pocas: casi un 70% de los edificios catastrados no tiene ingreso adaptado para ellos, según informes de la División de Desarrollo Urbano del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, del año 2004.

Ver esta realidad a la cual se aprontaba a vivir, fue el motivo de este periodista - que antes del accidente ya trabajaba en el área audiovisual, en el programa de TVN, “Patiperros”- para realizar el primer documental realizado por un discapacitado sobre otras personas en su misma condición en Chile.

“¿Ud. me puede matar, doctor?”

El 27 de diciembre del año 2002 David Albala se accidentó en moto, lo cual le produjo una lesión medular grave que lo llevó a conocer y vivir desde entonces la paraplejia. Perplejidad fue lo que David sintió en el momento en que conoció su condición. “¿Ud. me puede matar doctor? le pregunté al médico que me atendía cuando me dio el diagnóstico, pero creo que fue una reacción producto del shock. Aunque claro, me pasó lo que a muchos se les pasó por la mente cuando le preguntaba a alguien qué haría si se quedara inválido. Eso sale en la película y es curioso, pero creo que al igual que la de ellos, mi respuesta también hubiera estado más cercana a la muerte que a la vida, antes del accidente”, relata Albala, quien a través de su filmación, comenzó a recuperarse emocionalmente.

“Esto fue una rehabilitación espiritual sin duda. Los diálogos que se reproducen me sirvieron para reconstruir mi visión de vida y de la nueva vida que tenía por delante (...) conocer a una persona que llevaba más de 30 años en silla de ruedas y que igual seguía siendo capaz en su diario vivir, fue importante y fundamental”, cuenta David.

“PersPecPlejia” cuenta con varios reconocimientos desde sus inicios. Albala recibió 19 millones de pesos del Fondart para emprender este proyecto. A ello, se sumaron el auspicio de distintas empresas y entidades como Tapsin, la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS) y el patrocinio del Consejo Nacional de Televisión, DuocUC y el Consejo Bicentenario de Canal 13. Gracias a estos recursos y su iniciativa, la película documental podrá ser vista durante dos semanas en el cine Hoyts de La Reina y quienes asistan podrán ver en 107 minutos, lo que le valió siete meses de filmación a David. En ese tiempo, se encontró cara a cara, con hombres y mujeres, que viven a diario su realidad, desde mucho antes. Pero no contento con los ocho testimonios registrados en su película, decidió incluir a personas famosas para que vivieran por una hora lo que se vive y se siente, al trasladarse en silla de ruedas.

“Una cosa es vivir en silla de ruedas y otra muy distinta es estar un momento en ella. Lo hice porque creo que a quienes elegí, son líderes de opinión y con ellos se construye la opinión de la sociedad. Ellos, como no discapacitados generan un contrapunto de visiones, que pueden generar un empatía estrecha con el público”, enfatiza Albala, quien agrega que varias personas –conocidas y no conocidas- se negaron a su invitación. “Les daba cosa el tema, pero es válido, están en su derecho”, reflexiona.

Uno de los líderes de opinión convocados, fue Amaro Gómez - Pablos, periodista y conductor de noticias de TVN, quien agradece la experiencia. “La idea me pareció brillante, el ejercicio de la empatía llevada al cine, de ponerte literalmente en la silla del director, de David Albala, parapléjico y lleno de talentos que como muchos otros lisiados, la sociedad debiera honrar y saber canalizar. ¡Qué frustrante resulta que el entorno sea aún más invalidante y qué tamaña injusticia!, porque en potencia, todos llevamos una silla adentro”, analiza Amaro Gómez-Pablos. Además el rostro de TVN, recuerda con angustia la experiencia de estar en una silla de ruedas y por ello rescata el valor para el público que tendrá ver el documental (...)


*Elaboración de reportaje en un día. Evaluado por Francisca Skoknic.
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